Una broma de altura
Una de las bromas que me contó y que recuerdo . Es muy fuerte, pero acaba bien ehhh.

Debía de correr unos de los últimos años de la década de 1950. Estaba destinado en la Academia General del Aire en San Javier, Murcia. Su destino era de especialista en electrónica y profesor de la academia, lo que en ocasiones implicaba que tuviera que hacer comprobaciones del funcionamiento de los sistemas de comunicaciones de los aviones. Uno de los aviones que por aquel entonces era muy popular, por sus características y su aspecto, era el «Pedro», versión española del Heinkel 111 alemán.
En alguna de las visitas que yo tenía la oportunidad de hacer a la Base Aérea, en las que me encantaba estar cerca de los aviones y alguna vez hasta montar en ellos, tuve la suerte de acompañarle en una prueba de motores.
La operación consistía en que, una vez revisados los motores del avión y puestos a punto, había que comprobar que su respuesta era la adecuada a las diferentes revoluciones en que debe de operar. No es nada seguro poner los motores de un avión a sus máximas revoluciones en un espacio cualquiera, ni cerrado, ni abierto. Lo que se hacía era llevar el aparato a la cabecera de la pista de aterrizaje, frenarlo y probar los motores con más o menos potencia. En el hipotético caso de que los frenos no fueran suficiente sujeción, había toda una pista por delante para frenar el avión y además es un espacio abierto sin riesgos de causar daños en caso de mal funcionamiento. En la ocasión en la que yo pude acompañar a mi padre, estaban ocupados los asientos del piloto y del operador de radio, por lo que yo me senté en uno de lona justo detrás de operador, que en esa ocasión era papá. Imagino que quería probar las comunicaciones desde el aparato, puesto que él era el responsable de los sistemas de comunicaciones desde tierra. La experiencia fue inolvidable, el rodaje por pista ya te pone en situación de que estás moviéndote y no poco. En cabecera de pista se van acelerando los motores y se les mantiene girando un rato para ver que todo está OK. Cuando se prueban los motores a máxima potencia, todo el avión vibra como si se fuera a desmontar y como tu no ves nada más que un interior metálico y estrecho y puedes imaginar cualquier cosa. Toda esa operación la hacen los mecánicos, sin necesidad de la intervención de ningún piloto, ni oficial. Es una tarea rutinaria de los trabajo de mantenimiento.
En aquellos años la mili suponía la primera ocasión en que muchos jóvenes salían de su pueblo y descubrían el mundo. Si encima te tocaba estar destinado en una Base Aérea, rodeado de aviones, aquello tenía que ser como otro planeta, para cualquiera. Nuestro protagonista no era más que uno de los miles de jóvenes que se encontraba en esa situación. Nunca había volado, como la mayoría, y su ilusión por hacerlo era mayúscula. Así que los compañeros le buscaron una oportunidad para que consiguiera su sueño y así se lo dijeron. Le prepararon excusa para un vuelo corto en el que iba a ir de «polizón», por lo que no debía de poner a nadie sobre aviso, pero el piloto ya estaba al tanto. Le indicaron el avión en el que se tenía que subir y lo situaron en el único espacio que quedaba libre aparentemente; sentado en el suelo en el centro de la panza del avión, rodeado de aparatos y dispositivos por todas partes. Su punto de vista se tenía que parecer muchísimo al que se puede ver en la foto.

Cuando ya estaba sentado en su sitio, iniciaron la rodadura a cabecera de pista, y puesto que él no podía ver nada del exterior, le fueron describiendo como iban pasando los sitios y llegando a la cabecera de pista. Se paró el avión, empezaron a girara cada vez más rápido los motores hasta alcanzar su máxima potencia y le iban describiendo a nuestro amigo como iba rodando por la pista cada vez con más velocidad, hasta que llegó el momento del despegue. Una vez en el aire, la velocidad de los motores disminuyó y le fueron describiendo como iban ganando altura y como pasaban por encima de los sitios conocidos y en la ruta.
Cuando nuestro amigo se imaginaba que estaba volando por encima de los paisajes murcianos, en realidad seguía estando en la cabecera de la pista. Los bromistas, no contentos con eso, lo habían sentado en la compuerta de carga, que está situada a muy escasa altura del suelo cuando el avión está en tierra. En la imagen de la izquierda queda patente esa altura. En esa situación abrieron la compuerta, con lo que nuestro amigo cayó al suelo.
Siendo la altura real bastante corta, el tiempo que estuvo suspendido fue pequeñísimo. Pero la imagen para nuestro protagonista era la de un avión en vuelo; por lo que el susto fue tal, que cuando los demás salieron del aparato para ver el efecto de su broma, se lo encontraron en el suelo sin conocimiento. Se había desmayado de la impresión, el susto, el sobresalto y la sensación horrible de que caía al vacío.
Nunca me contó mi padre los resultados finales de semejante «broma», pero me imagino que el pobre chico no ha olvidado ni la broma, ni a los bromistas.