Sociedad

Que se jodan

Justo ayer escribía una lineas sobre la libertad de expresión a tenor de un comentario que me habían hecho sobre algo que yo había escrito precisamente aquí y después confirmé con total certeza la autoría de la desafortunada expresión de la señora diputada Andrea Fabra.

La libertad de expresión no mucho que ver con las manifestaciones acaloradas e irreflexivas de los momentos de visceralidad, aunque a veces sea esta la que nos lleve a hacer ciertas manifestaciones. No me he parado nunca a reflexionar a fondo sobre esas diferencias, pero creo que es como comparar la pelicula que se graba a pie de playa con la cámara casera y el largometraje que vemos en el cine.

La visceralidad es algo que llevamos impreso los latinos en nuestro genes y que no debe de asombrarnos. Todos tenemos momentos viscerales y cada uno tiene un nivel de contención en función de las circunstancias que le envuelven en cada caso.  Nadie pone en discusión que el aficionado que insulta a un árbitro es muy probable que es estuviera encantado de poder tomarse un café con él y charlar más que amigablemente sobre la las jugadas polémicas y lo que ve y no ve un árbitro. Y a lo mejor hasta se sentía orgulloso de poder tener esa oportunidad. Nadie pone en duda que cuando le hacen una mala pasada en la conducción y se le escapa un exabrupto, no supone que el otro conductor se convierta en su enemigo. Es posible que en el siguiente semáforo hasta le hagamos un gesto jocoso y de «niño malo». Cuando algo nos ha irritado sobremanera y nos saca de nuestras casillas, es con los amigos y en la intimidad cuando en vez de «hablar catalán» (como hacían otros), nos permitimos el lujo de soltar los tacos y las palabrotas. Como medida terapéutica, para descargar la adrenalina y expresión suma de enfado, se comprensible y es posible que hasta sea muy sano. Alguna vez me han invitado a dar un grito liberador en medio del monte y recuerdo uno hace 40 años en la Sierra Mariola que aún debe resonar entre sus barranc

Pero de eso a dejar que las más bajas pasiones nos superen en situaciones que exigen una profesionalidad extrema, una seriedad y un respeto exquisitos no es admisible. No se puede consentir ese «Que se jodan» y no es creí­ble lo de que iba dirigido a los diputados de los bancos contrarios. ¿Como es que en vez de decir «que se jodan», no dijo «Os jodéis»?.  La gramática no engaña en absoluto en estos casos y ahora le podemos buscar las excusas que cada uno se quiera inventar. Todos hemos visto situaciones en las que se han pasado de bocazas los políticos de todos los colores y estamentos. Pero en una situación como la actual, con 5 millones de parados que pronto serán seis, con miles y miles de funcionarios afectados, con miles y miles de interinos que se van al paro, con las calles llenas de protestas (y las que han de venir), no es de recibo que nadie que dice representar a los españoles use ese tipo de manifestación de visceralidad contra aquellos a quienes dicen defender «los españoles».

Muchos políticos de este país, y no pongo colores, han perdido definitivamente los papeles porque no tienen ni la más remota idea de cuál es su función, su papel, su obligación, su misión, sus alternativas, sus posibilidades y sus apoyos.

«Manda cojones», que diría Federico Trillo

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