Cosas mias

Pregón de Fiestas – Mazaleón 2017

Estimada Alcaldesa, Concejales, Comisión de Fiestas, queridas reinas de fiestas, acompañantes y amigos y amigas, todos y todas de Mazaleón.

No me podía imaginar que fuera digno del honor de ser pregonero de las fiestas de la localidad en la que ejercí el magisterio hace tantos años. Me siento infinitamente agradecido y honrado por ser el elegido para esta ocasión y no creáis que lo digo sólo por cortesía. Y además creo que estar hoy aquí como maestro es una forma de reconocimiento a los docentes que hemos pasado por vuestras aulas, y así lo quiero entender y hacer extensivo. Me gustaría ser capaz de transmitiros la emoción y la gratitud que siento y sentimos en casa por este honor.

A lo largo de estos, casi 30 años, he impartido muchas conferencias y charlas, pero hablar hoy y aquí es mucho más comprometido, porque se trata de transmitir sentimientos y sensaciones. Y además muchos de vosotros ya no guardáis recuerdo de los tiempos en que éramos vecinos de Mazaleón. Y es que hoy compartimos escenario con una reina de fiestas, María, que es hija de una alumna mía (Carolina) y otra, Carla, que es sobrina de un alumno (José Manuel). Nos juntamos tres generaciones.

Y como aquí inicié mis pasos como cuentacuentos creo que procede empezar diciendo aquello de: Érase una vez… allá por 1984… Llevaba varios años dando clases en pueblos y en Zaragoza como provisional y ya habían nacido mis dos hijos Jorge y Cristina. Y ese año, para alegría nuestra, nos dieron Mazaleón. Era el penúltimo pueblo de Aragón que habíamos puesto en nuestra lista. Después ya estaban pueblos de Alicante. (Por raices familiares). Lo cierto es que mis últimas experiencias docentes me hacían desear un destino rural, al tiempo que suponía un reto profesional muy importante. No tiene nada que ver la docencia impartiendo tus asignaturas a un grupo de alumnos, con enfrentarte a tres edades distintas en el mismo aula y dando todas las materias. Me apetecía y me inquietaba.

Tantas ganas tenía, que nos vinimos en cuanto pudimos para conocer el pueblo, a los compañeros y presentar nuestros respetos en el Ayuntamiento. En aquellos años estaba en la alcaldía Ángel Meseguer y tomamos contacto aquel mismo mes de mayo. Aquel curso 1984-85 nos íbamos a incorporar Marina y yo y repitió Rosa. Ya no coincidimos profesionalmente con D. Miguel y Dña. Asunción que tantos años dedicaron a la educación de los hijos de Mazaleón; pero pudimos conocerlos, precisamente en unas Fiestas Mayores.

El encuentro con los alumnos fue interesante de lo más. No teníamos aún libros de texto; así que empezamos a trabajar en torno al libro de las aventuras de Pedro Saputo (de Braulio Foz) y de ahí sacamos material para ir trabajando mientras llegaban los libros. Ya esos primeros días descubrí el que sería mi rincón favorito en las antiguas escuelas. Cuando acababa la jornada y los chicos y chicas se iban; ver atardecer desde la ventana del aula, con la Ermita de San Cristóbal iluminada por el sol de la tarde, la hilera de cipreses trepando la ladera (entonces eran menos), el Matarraña con sus colores cambiantes y el verdor, era un rato de relax y de recarga de pilas. Esa vista nunca la he conseguido reflejar en una foto, porque hay cosas que una imagen no puede recoger.

Desde el principio entre los compañeros se estableció un ambiente de trabajo más que cordial. En los 4 cursos que estuve aquí, (los tres siguientes como director) todos los días tomábamos café juntos y se trataban los temas de la escuela al momento. La coordinación entre nosotros siempre fue la mejor y en vez de un grupo de colegas, formábamos casi una familia. Y me gusta pensar que esa sensación se fue haciendo extensiva a la relación con los vecinos del pueblo, fueran o no padres y madres de alumnos.

Eran unos tiempos en los que las aulas se encontraban en el edificio que todos conocéis de las antiguas escuelas. Un espacio impresionante en el que los alumnos tenían prohibido subir a la planta superior por motivos de seguridad y lo cumplían sin que nunca hubiera que llamar la atención a nadie; y no me lo invento, era así y ya está. Como mucho se subía al balcón y no se abría porque si no cerrarlo luego era una proeza.

Por cierto. Hace unas semanas, cuando vine a aceptar la propuesta de ser vuestro pregonero en las fiesta de este año, vuestra alcaldesa me enseñó la reforma del edificio y me encantó. Me pareció una gran actuación y me llamó la atención la conversión del frontón en un gimnasio envidiable. Ojalá esos espacios sigan proporcionando muchos ratos agradables y memorables. Es un edificio señorial que le da carácter al pueblo.

La dotación era prácticamente inexistente, pero lo suplíamos con mucha imaginación y ganas. Yo me traje «prestada» una multicopista de aquellas de clichés de cera para poder hacer copias de documentos. Una máquina previa a la fotocopiadora que permitía hacer copias de un escrito. Pero enseguida me di cuenta de que no me hacía ninguna falta. Con 5 o 6 alumnos como máximo en cada nivel, las copias las hacía más rápido a mano con papeles de calco. (Los jóvenes no tenéis ni idea de lo que estoy hablando, pero «sólo» hace 33 años de esto).

En esas escuelas nos calentábamos con estufa de leña, que encendían los alumnos antes de empezar la clase. Todos sabemos que ese era un rato de distensión, que ellos eran los dueños de la escuela; incluso alguna chiquillada caía. Pero hacían el trabajo a la perfección y muy responsablemente. El invierno del 85-86, hizo tanto frío que se heló el Matarraña. Una mañana subía la cuesta y ví salir el humo por las ventanas de mi aula. Se les había caído la chimenea de la estufa. Era unos tubos empalmados que cruzaban los dos pisos hasta llegar al tejado. Así que tuve que empalmarlos y colocarlos en su sitio. Aquel día volvimos todos a casa con más olor a humo del habitual y un rato más de frío en el cuerpo. Pero como siempre, ellos y ellas se portaron perfectamente y no hubo ningún tipo de alboroto o protesta. Al revés; colaboración.

Como no teníamos teléfono las llamadas nos las hacían al Ayto. Y era Joaquín el que subía a avisarnos de que nos volverían a llamar del Servicio Provincial en unos minutos. Así que teníamos el honor de tener una cabina de teléfonos «muy consistorial».

La prensa nos llegaba con un día de retraso. Nunca podíamos leer el periódico del día, así que las noticias siempre estaban reposadas y nos alarmaban poco. Si eran importantes ya nos habíamos enterado en el telediario. A pesar de eso y siguiendo el ejemplo de Rosa, nos empeñamos en enviar nuestros artículos de prensa al Diario de Teruel. Nos publicaron varios y disfrutamos mucho de ello y como no lo hicimos tan mal, nos premiaron con un viaje a Teruel a conocer las instalaciones del periódico. Me llamó mucho la atención que seguía elaborándose con una técnica prácticamente renacentista. No existían los ordenadores «personales», ni Internet, claro.

Siempre me ha gustado mucho viajar y a mis alumnos he intentado inculcarles las ganas por conocer otros lugares y culturas como medio para apreciar lo nuestro, más y mejor. Y la primera ocasión «importante» se nos presentó tras hacer un trabajo sobre las instituciones españolas. Trabajamos las Cortes Generales y el Estatuto de Aragón, que era reciente. Conseguí que nos visitaran dos diputados de las Cortes Generales para contarnos su trabajo y en aquella charla nos invitaron a visitar las Cortes. ¡Menudo viaje!. Como nos costaba mucho el autobús si no lo llenábamos, ofrecimos el viaje a los compañeros y se nos unió Fuentespalda, con su maestro Paco a la cabeza. Salimos de Mazaleón a eso de las tres de la mañana para llegar a Madrid a tiempo de visitar «El Prado» y Las Cortes. Comimos en Atocha porque llovía y por la tarde visitamos los estudios de TVE en TorreEspaña. Donde coincidimos con Manuel Campo Vidal. Cuando le dije que veníamos de un pueblo catalano parlante de Aragón se acercó al grupo y nos prestó un rato de atención y conversación con los chavales. Regresamos sobre las 4 de la madrugada. Una paliza enorme de 25 horas, pero que siempre he esperado que resultara grata e interesante para ellos y ellas.

El otro viaje «serio» que hicimos fue a Barcelona. Lo hicimos como los valientes. Nos llevaron en coches hasta Caspe y allí cogimos el tren. Todos los desplazamientos por Barcelona fueron en metro o a pie. ¿Que si no tenía miedo??? . Más que carracuca. Me pasé todo el viaje contando y vigilando entradas y salidas del metro. Pero se portaron como campeones. Sabían la parada a la que íbamos antes de que yo la dijera y tenían clarísimo cómo actuar ante un posible error. De aquel viaje seguro que ellos y ellas recuerdan bastantes anécdotas, entre otras cosas porque el alojamiento era un desastre de edificio que estaba en obras. Estuvimos en Tibidabo, en el Museo Arqueológico (viendo piezas de Mazaleón), en el Museo de la Ciencia… Y permitidme una maldad. Tras un buen rato en el Museo de la Ciencia (ya sabéis que en ese museo se tocan muchas experiencias y se participa de forma activa), me encontré a una pareja de alumnos que estaba practicando el experimento más divertido que habían encontrado en todo el museo: «activar las puertas mecánicas de acceso al edificio». Estaba entrando y saliendo para hacer que se abrieran las puertas. No les dije nada, por supuesto, creo que se aprendieron el mecanismo.

Como teníamos a Marina que es una auténtica artista, sobre todo en el mundo musical, nos animamos e hicimos Festival de Navidad. Vaya gozada era preparar todo para esa tarde. Mil detalles, es cierto, pero todos nos lo pasábamos muy bien en los ensayos y mejor aún al ver cómo quedaban las actuaciones. Además el calor del público en las representaciones, en el salón de baile, era incomparable. No creo que se pueda destacar ninguna actuación porque todas eran geniales y los chicos y chicas ponían todo el empeño en que salieran bien. Y si no luego se lo preguntáis a todos los que estuvieron allí. Pero me vais a permitir que recuerde una en particular. Si no hubiera nacido Gila…. el más famoso monologuista de este país, habría que inventarlo; para que Fernando Cólera pudiera hacer aquella imitación de su «Llamada desde la selva». Fue espectacular. Yo creo que ni el propio Gila lo superaba.

Como fiesta «sorpresa» siempre recuerdo mi primer día de Santa Águeda. Días antes vinieron las chicas (las mayores, que eran las que yo llevaba) diciendo que ese día no iban a venir a clase. Y yo les dije que «ni se les ocurriera faltar». Pues sólo faltaba eso… Si esa fiesta no está en el calendario escolar…. Esa misma tarde me informaron de que no podía dejar a la Santa sin procesión, las mozas no podían faltar. Así que retiré la prohibición y me libré de un enfrentamiento con las aguederas que «seguro» hubiera sido serio .

Incluso, puestos a pasarlo bien, llegamos a celebrar el carnaval. Yo sólo estuve en uno, mi último curso, y la timidez me hizo disfrazarme de quiosco de prensa por lo que iba bien metido dentro para que se me viera poquito. Pero recuerdo que fue un desfile y una tarde de bailes y música muy divertida.

Además era frecuente que saliéramos al campo usando cualquier excusa; la Educación Física o alguna clase de ciencias. La azotea de casa fue un buen observatorio de estrellas en alguna noche de invierno, cuando llegábamos a ese tema. Incluso después de clase, por las tardes, en el buen tiempo, nos íbamos con las bicicletas hacia Maella o la Vall y aprovechábamos para charlar. Recuerdo entre los más habituales a Eduardo, Moises, Juan Carlos y Joaquín. Con alguno dábamos pedales mientras intentaba convencerle de que siguiera estudiando.

Por lo que he dicho hasta ahora parece que nos pasábamos la vida de fiesta, pero la verdad es que siempre he recordado y presumido de mis alumnos de Mazaleón como unos de los mejores que he tenido. El ambiente de trabajo era muy bueno y salvadas las normales distracciones y ratos de cansancio, se rendía mucho y bien. Siempre he recordado un curso en el que con el grupo de 8º de EGB no sólo acabamos el temario de matemáticas enterito, si no que nos permitimos repasarlo y hacer un examen final de todo el libro. Que aprobaron con nota. Estoy hablando del temario de 8º de EGB, que ya quisiera el del actual 4º de la ESO. Los chicos y chicas que yo tuve aquí en Mazaleón siempre tuvieron buena cabeza y mejor corazón. Y por lo que sé, el tiempo me da la razón.

Pero esos años están marcados por un hecho muy importante para nosotros como maestros. El cambio de escuelas. En el programa de fiestas tenéis buena referencia de la inauguración de las antiguas escuelas en 1919 con 4 escuelas unitarias, dos de niñas y dos de niños; de las cuales nosotros ya sólo ocupabamos los dos espacios del piso inferior, uno de ellos dividido en dos.

El curso 85/86 tuvimos una situación anómala completamente. Por una cuestión burocrática que no vamos a explicar ahora, estuvimos 4 docentes donde deberíamos estar 3; Matías, Pedro, Marina y yo. Como director, pedí que no «suprimieran» a nadie a cambio de unirme a un programa de bibliotecas por el que tuve que compartir horario con el recién  nacido CPR de Alcañiz. Ese año viajé muchísimo y fue el inicio de mi faceta de cuentacuentos y mi dedicación a la informática educativa.

Fue en esa navidad de 1985 cuando una mañana llaman a la puerta de casa y me encuentro con D. Pedro Roche, el Director Provincial que me saluda y me pregunta ¿Tienes una cámara de fotos?. Como la respuesta fue positiva, nos subimos a las escuelas con el alguacil y fotografiamos todos los desperfectos o deficiencias que presentaba el edificio. No sería más allá de febrero cuando vino el arquitecto escolar a visitarnos y estuvimos viendo el solar que el ayuntamiento había cedido para la construcción de este nuevo centro. En esa conversación decidimos que el edificio tuviera 4 aulas en vez de las tres previstas y que el diseño de la escuela se asemejara a la espadaña de la iglesia .

La inauguración fue a final de ese mismo curso, para poder empezar el 1986-87 en estas aulas. Fue un día de fiesta para todos, con corte de la cinta y todo. Y como yo había sido un poco pesadico con el equipamiento de recursos para el cole, Pedro Roche me presentó al Presidente de la Diputación y me dijo: «Con éste es con el que tienes que hablar…». No hacía falta más indicaciones ¿no?. Y ese mismo día conseguimos que se destinara una partida para la dotación de una biblioteca y materiales didácticos. Eso fue empezar con buen pie. Hicimos la plantación de los árboles del patio y por fin teníamos un recreo sin tener que preocuparnos por si alguien se subía al castillo y se caía.

La anécdota graciosa tuvo lugar cuando volvimos en septiembre. Antes de llegar al cole ya hubo quien me bromeó con la cosecha de calabazas que me esperaba; y es que, efectivamente, habían crecido unas calabaceras en el patio y teníamos más calabazas reales de las que íbamos a repartir en forma de malas notas.

Y fuera del aula, la vida diaria era sencilla y amigable. Toda la familia nos sentimos apreciados y queridos en Mazaleón y disfrutamos de la vecindad y de vuestra amistad y cordialidad. Hasta Cristina que era muy pequeña encontró enseguida una amistad que perdura, con Marina y Mª Pilar Falgás. Ese fue el inicio de una relación que terminó haciendo de los Falgás Lacueva nuestra familia en Mazaleón y luego en Maella. Cuantos ratos no pasaríamos jugando a las cartas con Abelio y María y con José Gabriel y Mari Luz charlando de cualquier tema. Algunos días salía al campo con Julio «el forestal» a ver y estudiar la naturaleza del entorno. O íbamos a comprar al «Alejandro» o al Spar o a la carnicería de Nieves y luego tomábamos el café con Rosa en el Azul o en el Armengol con Luis y Tere y si había reunión del Club Juvenil, pues allí que nos íbamos a disfrutar de su pasión por la vida. Sin dejar de saborear el pan y los carquiñolis de Julia la panadera, los melocotones de estrío, en temporada y los productos que nos anunciara Joaquín por la megafonía del pueblo. Si hacía falta visitabamos a Paco, el médico, para que nos cuidara un poquito. Y para las cuestiones tecnológicas siempre contabas con José Luis. Cuando Tere (mi mujer) empezó a colaborar en la cooperativa, ya era imposible salir sin saludaros a casi todos, porque con casi todos había alguna relación, especialmente con Miguel, claro; y con Javier y Maria Jesús con quien teníamos conversaciones frecuentes. Como las que tenía de vez en cuando con el padre de Noelia, el balonero; siempre en su silla junto a la ventana cosiendo balones. Por las noches llegaba la hora de charlar sobre lo humano y lo divino con Marina que siempre fue mucho más que una compañera y con Lali la enóloga o Héctor, nuestro vecino y cartero.

Y fue precisamente la noche del 24 al 25 de agosto (la misma que estamos viviendo ahora) , pero de 1988 la última noche que dormimos como vecinos de Mazaleón Cristina, Jorge, Tere y un servidor. Hace exactamente 29 años. La mañana del 25 cargamos los enseres en el camión de Cólera e hicimos el traslado a nuestra nueva casa (recien terminada) en Andorra.

Yo pensaba que me iba al destino en el que me jubilaría. Pero las simientes que llevaba plantadas de Mazaleón empezaron a abrirse camino y no me dejaron estar quieto. Habían sido 4 años muy intensos que sirvieron de inicio de muchas cosas. Me dediqué de forma intensiva a la informática educativa. Los primeros pasos los dí aquí con un XZ Spectrum que aún conservo, como la reliquia que es. Fui coordinador de informática en el colegio y después en el instituto, de formé en diversas áreas de la informática. Y estuve durante un curso liberado para hacer una investigación sobre la situación de la Informática Educativa en Aragón. Ya no volví al aula hasta 13 años después. Primero fui asesor de Informática del CPR de Andorra y luego el Departamento me encargó la creación y posterior dirección del CATEDU, el Centro Aragonés de Tecnologías para la Educación (en Alcorisa). Durante esos cursos tuve mucho contacto con el CRIET y allí coincidí con chicos y chicas de Mazaleón a los que siempre preguntaba por sus padres y les mandaba recuerdos míos. Seguro que lo olvidaban ese mismo día, porque había cosas más interesantes que contar en casa. Tras ese periodo volví al aula del IES ; y para no dejar de mover cosas, creé junto con unos colegas la Asociación «Utopías Educativas» y puse en marcha los Encuentros de Experiencias de Innovación Educativa que se celebran anualmente en Zaragoza en el mes de mayo. Pero como todo llega a su fin, ya llevo un año jubilado aunque sigo metido en cosas.

A lo largo de estos 29 años fuera de Mazaleón nunca hemos olvidado lo felices que fuimos aquí y nunca hemos querido perder el contacto. Tere volvió para dar clases de adultos y siempre lo recuerda gratamente. Mientras estuvo Carlos Balbín en su restaurante «el Comendador», fue nuestro lugar de reuniones familiares. Los encuentros con José Gabriel y Mari Luz son siempre menos frecuentes de lo que nos gustaría, pero nos han permitido disfrutar de estas fiestas en varias ocasiones; muy especialmente cuando fueron reinas María Pilar y Marina. Con Isabel Aznar coincidimos a veces en algún acto educativo. Y gracias a las redes sociales hace tiempo que mantengo contacto virtual con María José y Mónica y ahora con varias ex-alumnas más… Y siempre están los encuentros ocasionales en el Hospital de Alcañiz, que no es el mejor sitio para verse, pero encontrarse con alguno de vosotros siempre es un placer.

No quiero terminar este pregón sin deciros lo más importante que yo aprendí en el Mazaleón que yo conocí. Aprendí a apreciar la forma de vida del pueblo como ente social en el que todos nos conocemos, compartimos una realidad y luchamos por sacarla adelante lo mejor posible. Dicen que «para educar a un niño hace falta toda la tribu». Y eso se cumple en este pueblo. Los hijos son nuestros, pero también son de todos los demás, porque todos nos preocupamos por ellos como si fueran nuestros. Pueden jugar en la calle o en la cancha o en el campo, siempre estará alguien echándoles un ojo.

Y como alumnos tienen una escala de valores distinta y muy apreciable. La estrecha convivencia hace que casi nunca existan problemas graves. En aquellos 4 años, nunca tuvimos que separar una pelea seria. El contacto diario con la realidad social y económica del pueblo y la participación en la producción de las riquezas familiares, les hace especialmente sensibles con lo que cuestan las cosas. Son más conscientes del esfuerzo que supone obtener todo lo que ven entrar en casa y eso les hace valorar las cosas con más aprecio. Además tienen un cierto sentido de la organización, quizá contagio de las labores agrícolas. Y la implicación y atención de los padres con la escuela también es mayor, porque también la viven y la sienten más propia y más próxima. Por eso siempre he pensado y defendido que la escuela rural es la verdadera forja de la formación del profesorado y que mantener las escuelas de los pueblos es algo necesario para todos y un gran beneficio social. Ojalá todos los niños pudieran educarse en un pueblo. Es una tragedia que nuestro Teruel se vaya quedando desierto y vayamos perdiendo nuestras gentes y nuestras localidades, con todas sus riquezas materiales y sobre todo humanas y sociales. Tenemos que seguir reivindicando que Teruel no sólo existe, sino que tiene grandes gentes y puede ofrecer grandes oportunidades.

Sólo puedo terminar este pregón volviendo a agradecer de todo corazón el honor de haber sido elegido como pregonero este año y desearos unas muy felices fiestas.

Gritad conmigo: «Viva Mazaleón». Y ahora a seguir disfrutando todos y todas.