La constitución española y los poderes
Un texto sobre mi opinión al respecto de la separación entre lo que dicta la Constitución Española y lo que se cumple y hace cumplir en España.
Hace muchos días que no escribía y la verdad es que no es por falta de cosas que decir, pero son todas tan negativas que le da a uno pereza reflexionar sobre como nos va a los españoles y como nos las están haciendo pasar estos políticos.
Estos días no hago más que pensar en lo lejos que estamos de los años 70 en el tiempo y lo cerca que estamos llegando en la realidad, en algunas cosas puede que más tras incluso. En aquellas épocas eramos los estudiantes los que corríamos delante de los grises y los que cantÁbamos «El pueblo unido jamás será vencido». Ahora ya son hasta los abuelos y sus nietos, cogidos de la mano. Pero lo peor de todo es que de aquella sociedad con necesidad de un cambio, surgió una transición que entre todos los españoles supimos sacar adelante y una Constitución en la que fuimos capaces de ponernos de acuerdo. La leímos varias veces y había cosas que nos gustaban más y otras que nos gustaban menos. Incluso había muchas que no sabíamos si nos gustaban o no porque no teníamos el «paladar» hecho a aquellos sabores novedosos. Lo cierto es que nos parecía que era un gran documento que recogía un montón de derechos y de posibilidades de crecimiento en lo social y en las libertades de un pueblo que no estaba acostumbrado a ellas. Su aprobación por parte de la mayoría de los españoles nos separaba de una parte de nuestra historia que no queríamos repetir y que algunos seguimos sin querer repetir.
Recuerdo con mucho agrado aquellas tardes enteras sentado delante de la tele, con sus dos canales, siguiendo los debates de las Cortes. Los que se asemejaban a derbis futbolísticos eran los que versaban sobre «el estado de la nación». Era bonito ver como se cosía la nación y como los discursos de nuestros políticos estaban cargados de realidad y no daban puntada sin hilo. Igualito que ahora; que da ganas de vomitar oírlos y ver como no son capaces de aceptar que el pueblo ya no está con ellos, que no representan más que a los intereses de unos partidos, que han dejado de ser el espejo y la voz de la nación y sólo lo son de unos poderes económicos que los utilizan para ganar más dinero a costa de los españoles.
La constitución aquella que aprobamos, ya no se lee y no se cumple en absoluto. Sus principios se han quedado en papel mojado y se hace de ellos una piltrafa. Pensemos si no dónde están las libertades que se amparan en ella. La que no está casi suprimida, está en tela de juicio por politiquillos de tres al cuarto que se creen con capacidad para saltarse todas las normas a la torera. Los derechos de los españoles están todos en el mismo saco que el derecho a una vivienda digna en manos de los desauciadores (los bancos, como no podía ser menos). No hablemos del derecho a la educación. A éste tendremos que hacerle unas pompas fúnebres en toda regla porque ya sólo nos falta una ley de privatización total y absoluta. Cosa que no harán porque ahí hay poco negocio, y únicamente por ese motivo
La propia Constitución hace referencia a la posibilidad de que sea actualizada, (para no decir cambiada) y lo único que se ha hecho y se piensa hacer con ella es «apañarla» para el mejor acomodo de los poderosos.
Pero además de todo eso, hay una cuestión que me indigna soberanamente (porque yo también «soberano» para indignarme). Se trata de la «separación de poderes» propugnada por Montequieu en la asamblea francesa, recogida en «El espíritu de la leyes» y que se supone que contempla nuestra constitución. La separación entre el poder legislativo que reside en las Corte y el Ejecutivo es una mera fantasía jurídica. Pretender a estas alturas que las Cortes legislan como representantes del pueblo electos para esa función y que el Ejecutivo es el encargado de cumplir esas leyes es tan ilusorio como aceptar que las vacas vuelan. Aquí sólo hay un poder y ese ya hace años que no reside en manos del pueblo soberano que elige a sus representantes, sino que lo hace en los Partidos Políticos que construyen sus listas en función de sus intereses y que engañan al ciudadano con el fin de perpetuarse y alcanzar sus objetivos de enriquecimiento «ilícito». Así pues, esa separación ya no existe. «Ni está ni se le espera».
Pero lo que es peor; el poder Judicial, que debería de velar por el cumplimiento de las leyes y por tanto de la Constitución en primer lugar, hace dejación de sus responsabilidades y consiente en que los políticos hagan lo que quieran y se conviertan en tiranos para el pueblo y ladrones, a cara descubierta, de las riquezas de la nación. No es aceptable que el Tribunal Contitucional esté formado por jueces elegidos por los partidos políticos y que trabajan a su dictado. Así nunca tendremos un juicio contra los responsable de tanto desmán. No es aceptable que el Fiscal General del Estado, que puede actuar de oficio contra las ilegalidades, sea un mandado del gobierno. Es evidente que cumplirá la disciplina de partido para permanecer en el cargo.
Así jamás podremos confiar en la justicia. A los ladrones de gallinas seguirá cayéndoles una condena ejemplar (y cada día vamos a ver más) mientras a los señores especuladores de lo propio, lo ajeno y lo de todos disfrutarán de la inmunidad «política» que les otorga el haber hecho carrera en un Partido Político.
Necesitamos cambiar la Constitución YA, pero no para que se la adapten más a sus intereses los políticos.
POR UNA ASAMBLEA CONSTITUYENTE.